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"Nunca se ha escrito nada más hermoso sobre la educación de los niños. Este libro puede considerarse un clásico perfecto. Señala el camino correcto, la guía para todos los padres y debería encontrar un lugar en cada hogar donde haya un niño". Para tener éxito en la crianza de los hijos la primera condición es parecerse a un niño. No significa influir en el niño para que sea lo que nosotros mismos deseamos que sea, sino dejarse influir por lo que el niño es. Educar a un niño significa tomar su alma de la mano. A un niño no se le deben dar órdenes, pero hay que relacionarse con él como con un adulto de forma cortés para enseñarle cortesía. Hoy en día, muchas personas defienden las "palizas", alegando que son medios de castigo más suaves que las consecuencias naturales de un acto; que las palizas tienen un mayor efecto en la memoria, que el efecto se vuelve permanente por asociación de ideas. Las palizas tienen consecuencias peligrosas. Suelen hacer aflorar aún más el sentimiento de vergüenza, aumentando la brutalidad o la cobardía de la persona castigada. El más frecuente y el más peligroso de los muchos errores que se cometen en el trato con los niños es que las personas no recuerdan cómo se sentían cuando tenían su misma edad, no consideran ni comprenden los sentimientos del niño desde su punto de vista pasado. Un niño no cree en su corazón que los golpes se debían al amor, que se daban porque eran necesarios. El niño sabe perfectamente que el deber no existe y que el amor puede expresarse de mejor manera. El castigo físico aumenta la decepción, no la moralidad; refuerza las dos emociones, las raíces de casi todos los males del mundo, el odio y el miedo. Y mientras los golpes sean sinónimo de educación, ambas emociones no dejarán de dominar a los hombres. Mientras la palabra "golpes" sea utilizada por todos en una casa, los niños nunca serán del todo sinceros. Mientras el hogar y la escuela utilicen este método de educación, la brutalidad se desarrollará en el niño en detrimento de la humanidad. El niño utiliza con los animales, con sus hermanos, con sus compañeros, los métodos aplicados a sí mismo. Pone en práctica el mismo argumento, que la "mezquindad" debe curarse con golpes. Sólo los niños acostumbrados a relacionarse con tacto aprenden a ver que se puede influir en alguien sin usar la fuerza. Comprender esto es uno de los privilegios del hombre. Es de suma importancia mostrar a los niños una confianza plena y sin restricciones, aunque se mantenga tranquilamente una actitud de vigilancia alerta; porque la desconfianza continua e inmerecida es tan desmoralizadora como la confianza ciega y fácil. Cuando se tire la varita, y cuando se deje de limitar a los niños, y se les den lupas y cámaras para aumentar su capacidad de vida y amor, en lugar de aprender a destruirla, comenzará la verdadera educación.
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